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“La formación para la salud es la piedra angular en los pueblos de montaña donde no hay médicos sobre el terreno”

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Foto: Dra. María Antonia Nerín en Syabru Beshi

La Dra. María Antonia Nerín, una de las primeras profesionales en especializarse en Medicina de Montaña, es directora de la Asociación, de este ámbito, José Ramón Morandeira-CUEMUM, que ha puesto en marcha el Proyecto Humanitario “Montañas de Ilusión”. Esta iniciativa tiene el objetivo de prestar asistencia médica y formación para la salud en zonas de montaña de Nepal afectadas por los terremotos de la pasada primavera, ya que según cuenta en esta entrevista la Dra. Nerín “la formación para la salud es la piedra angular en los pueblos de montaña donde casi no ha llegado ayuda humanitaria y donde no hay médicos sobre el terreno”.

Fuente:  medicosypacientes.com

Tras los terremotos, múltiples organismos internacionales se desplazaron a la zona, “pero nueve meses después no queda mucha ayuda internacional sobre el terreno y las condiciones del país han hecho muy difícil poder llegar a los habitantes de pueblos de montaña”, asegura la experta en la entrevista.

 Por ello, llegan a esas poblaciones con medicinas y material sanitario, “a pie, porque no hay carreteras”, explica la Dra. Nerín, quien señala que “el ejercicio de la medicina requiere habilidades y conocimientos, pero también mucha observación y exploración; más aún en la montaña, donde los medios diagnósticos y terapéuticos son escasos y limitados”.

 Sin embargo, para ella ejercer su profesión en ese medio “difícil, aislado y hostil” es aprender humanidad de quienes tienen escasos bienes materiales, y  disfrutar de “pasar por el mundo haciendo el bien y curando enfermos” en las montañas más altas de la Tierra.

 ¿En qué consiste el proyecto “Montañas de Ilusión”? ¿Cómo se está desarrollando?

 El proyecto está enmarcado en la línea de trabajo de la Asociación José Ramón Morandeira “cooperación para el desarrollo en salud y seguridad en la montaña”. Los objetivos generales son proporcionar ayuda sanitaria  a través de  Puntos Sanitarios Asistenciales Atípicos Avanzados (PS3A) en los distritos de Gorkha y Rasuwa donde el acceso a la sanidad es más dificultoso y complicado,  dirigida a toda aquella persona que lo pueda requerir, porteadores, guías de montaña, mujeres, niños y personas ancianas.

 Colaboramos con los agentes locales para revitalizar la economía local y el bienestar social, en el que se integrará la asistencia sanitaria que prestamos. Analizar y examinar  los principales problemas de los valles de montaña para programar ayudas a corto-medio plazo.

Prestamos asistencia sanitaria a los montañeses de los valles de montaña de Nepal afectados por el terremoto y donde casi no ha llegado ayuda humanitaria y donde no hay médicos ni enfermeros sobre el terreno, aunque sí algunos Health Assistants locales que disponen de pocas medicinas y que no se desplazan de una población a otra, pero con los que podemos colaborar y que son muy importantes para lo que estamos haciendo. 

 Consiste en llegar hasta esas poblaciones con medicinas y material sanitario, pero tiene que ser a pie, porque no hay carreteras; aunque también llevamos comida, ropa de abrigo, calzado, equipamiento deportivo para las escuelas. El objetivo final es aportar ilusión a las comunidades de montaña través de actividades para los niños, equipamiento para las escuelas, salud para todos y recursos para el desarrollo de una actividad económica sostenible que les permita recuperar sus vidas con un plus de calidad. 

 ¿Cuáles son sus mayores retos en cuanto asistencia sanitaria? ¿Y en formación para la salud?

 Por un lado, llegar hasta ellos. Las carreteras y caminos todavía siguen difícilmente practicables (o cortados) en algunos tramos. Llegar en helicóptero sale caro y no es siempre viable. Así que nos desplazamos a pie, con nuestro equipo personal y médico a cuestas, junto con los porteadores y guías, que nos ayudan con el material a repartir.

 Por otro, comunicarnos con ellos. Lo hacemos a través de los sirdars (guías de montaña), que hablan el dialecto local y nos hacen de intérpretes traduciendo al inglés lo que cuentan los pacientes y lo que pregunta o explica el médico o la enfermera. Con los Health Assistant hablamos en inglés directamente.

 También es un reto el cambiar conductas y mejorar hábitos de higiene. Como el diagnóstico y seguimiento de determinadas patologías que requieren de exámenes complementarios que pueden hacerse a tres o cuatro días de trayecto a pie, más uno de autobús.

La formación para la salud es la piedra angular, pero los pueblos de montaña están como los de nuestro Pirineo hace siglo y medio, en cuanto a infraestructuras, comunicaciones, electricidad, agua corriente o alfabetización. 

 ¿Con qué profesionales cuenta? 

 Es un equipo multidisciplinar que cambia alguno de sus componentes en función de la disponibilidad, porque son todos voluntarios. El grupo lo integran médicos y enfermeros CUEMUM (es decir, con formación en Medicina de Montaña de la escuela del Dr. José Ramón Morandeira), guías de montaña y especialistas de rescate en montaña de la Guardia Civil. Además de con sirdars de la zona en la que nos movemos y porteadores locales, gracias a ellos hemos podido llegar a tantas personas con tantos kilos de ayuda (1.250 kg)

Los voluntarios que han participado en este proyecto han dedicado su tiempo, conocimientos, saber hacer, implicación, buen humor en los momentos difíciles, espíritu de equipo, consejos, apoyo incondicional y ese “todos a una” que no ha faltado en ningún momento.

 ¿Ha contado con el apoyo de otras organizaciones?

 La ayuda del Servicio de Salud de la Junta de Andalucía ha sido fundamental porque nos han facilitado toda la medicación necesaria para las 400 asistencias que hemos realizado y abastecer cinco Health Posts y dejar algunas en el Hospital de Campaña de Dunche (la capital de la provincia de Rasuwa).  

 La Federación Andaluza de Montañismo se ha volcado para conseguir recursos económicos y darnos apoyo mediático. La Dirección de la Guardia Civil también colabora en este proyecto; de hecho, hace muchos años que los CUEMUM y la Guardia Civil trabajan por la salud y la seguridad de los montañeros y los montañeses. 

 Estando en Nepal, coincidimos con la Asociación Guardias Civiles Solidarios, con los que establecimos sinergias para abastecer a 116 familias del pueblo de Langtang de mantas y ollas a presión. Y también con Jesús y Ana, enfermeros de Puigcerdà, con los que también compartimos información, meetings y dificultades; estuvimos juntos en Thulo Syabru repartiendo comida y ropa, o ayudando en un orfanato en Kathmandú.

No me quiero olvidar de los donantes, porque el dinero que han confiado a la Asociación José Ramón Morandeira ha sido fundamental para llevar ayuda humanitaria hasta estos pueblos de montaña.

 ¿Cuál es la situación sanitaria actual en Nepal? ¿Qué papel desempeña el cooperante sanitario?

 Nepal es uno de los países más pobres del planeta, es el 13º país más pobre del mundo, y considerado el más pobre de Asia. Sin apenas infraestructuras de luz, carreteras, alcantarillado y agua potable, depende mucho de las ayudas internacionales.

 En las áreas de Nepal más afectadas por los terremotos, al menos el 70% de las instalaciones de maternidad quedaron dañadas o destruidas, y eso dejó a miles de mujeres sin los servicios necesarios para garantizar partos seguros en un país con una alta tasa de mortalidad en mujeres gestantes y bebés recién nacidos. UNICEF estima que tras los terremotos, 12 bebés nacen cada hora en estos distritos sin atención médica. Ya antes de los seísmos 38 recién nacidos morían cada día en Nepal, la mayoría por causas prevenibles. Una mujer moría cada ocho horas debido a complicaciones durante el parto.

 Otro de los problemas  que provocó el seísmo es una alta tasa de absentismo escolar ya que los niños abandonan las clases por la falta de recursos económicos y materiales que dificultan la reconstrucción de los centros escolares destruidos o por la destrucción de los caminos que llevan a ellos. También la ansiedad que produce el miedo por los seísmos que siguen repitiéndose y la incertidumbre de si podrán recuperar sus vidas. En las montañas todavía siguen viviendo debajo de las lonas provisionales que se repartieron hace meses.

 Múltiples organismos internacionales se desplazaron a la zona justo después de los terremotos, pero nueve meses después no queda mucha ayuda internacional sobre el terreno. Las condiciones del país han hecho muy difícil poder llegar a todos los afectados. Los más desprotegidos han sido los habitantes de pueblos de montaña de las zonas situadas al norte del epicentro que, además de por la interrupción del tráfico rodado, no han recibido ayuda porque muchos de ellos son refugiados tibetanos que no están ni siquiera censados. 

 En los valles de montaña alejados de una pista que permita el tráfico rodado hace falta comida, ropa de abrigo, reconstruir las viviendas y los colegios, recuperar los cultivos y la ganadería de subsistencia, medicinas, asistencia sanitaria, educación para la salud, rehacer los caminos para recuperar el turismo de montaña… es decir, ayuda para un desarrollo sostenible que les permita recuperar sus vidas y ser autónomos para vivirlas.

 El cooperante sanitario debe poder llegar hasta estas poblaciones, identificar los problemas de salud más urgentes y tener un mínimo de recursos para tratarlos.

 -¿En qué se centra el trabajo de un especialista de medicina de montaña?

 En tres aspectos básicos. Un sanitario CUEMUM, médico o enfermero, ha de poder llegar hasta el paciente (o accidentado), por difícil que sea el acceso, lo que implica saber moverse con técnica y seguridad en montaña estival, invernal, paredes, barrancos y cuevas, además de tener unas condiciones físicas aceptables para no quedarse el último. Pero también a saber dormir en el suelo, comer poco, no ducharse, pasar frío y no depender de un horario establecido.

 Ha de saber hacer medicina (o enfermería) en medio difícil, aislado y hostil con lo que haya sido capaz de transportar. Para nada es lo mismo que trabajar en un box de urgencias o en una ambulancia.

 Ha de saber colaborar con los equipos de rescate y con los agentes locales de la zona en la que se encuentra; lo que implica tener un mínimo de habilidades en técnicas de rescate, saber poner “a la orden”, pero también poder organizar un dispositivo de asistencia y evacuación de acuerdo con las posibilidades del entorno y los recursos disponibles. 

 Todas estas competencias y habilidades se adquirían en el Master de Medicina de Montaña que dirigía con el Dr. José Ramón Morandeira hasta 2012. Desde la Asociación se está trabajando duro con una Universidad privada para poner en marcha una nueva formación de Medicina de Montaña en octubre de 2016.

 ¿Cuál es la mayor dificultad a la que se enfrenta un especialista en medicina de montaña?

Albert Einstein decía que “no pueden confiarse las cosas grandes e importantes  a quienes no cuidan los pequeños detalles” a lo que mi maestro, el Dr. Morandeira, añadía: “especialmente si de esos pequeños detalles dependen la salud y la vida de sus semejantes”. Esos pequeños detalles pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte, especialmente en situaciones de “extrema periferia”.

El ejercicio de la medicina requiere habilidades y conocimientos, pero también mucha observación y exploración; más aún en la montaña, donde los medios diagnósticos y terapéuticos son escasos y limitados. Lo más difícil, asumir que hay situaciones que en nuestro entorno tienen tratamiento allí son casos perdidos en Nepal. 

 ¿Cree que la intervención humanitaria debe de abordar tanto la asistencia sanitaria como la formación local?

Los médicos son necesarios siempre que hay una situación de desastre y se prolonga a lo largo de la post-emergencia. La mejor manera de optimizar la asistencia médica es haciendo formación sanitaria, porque es fundamental para la prevención. Es lo que durante años hacíamos el Dr. Morandeira y yo en Nepal, y lo que hemos hecho estas semanas: ejercer nuestra profesión en medio difícil, aislado y hostil, aprender humanidad de quienes tienen escasos bienes materiales, y  disfrutar de ese espíritu bíblico de “pasar por el mundo haciendo el bien y curando enfermos” en las montañas más altas de la Tierra. 

 ¿Qué experiencia nos puede contar acerca de su profesión?

Ya son veinticinco años de ejercicio profesional, en el que he crecido como persona, sentido como mujer y aprendido como médico. 

 Las expediciones en África, Antártida y Nepal han sido siempre muy enriquecedoras, duras, pero muy positivas. En el blog de la Asociación http://jrmorandeira.blogspot.com.es  explicamos muchas pequeñas historias. En el blog del grupo de investigación “Salud y Seguridad en la montaña” en su momento publicamos muchas anécdotas de las expediciones en Nepal: http://grupossm.blogspot.com.es Cuando vuelves valoras lo que es sentarse en una taza de wáter, tener calefacción, agua limpia, dormir en una cama, darse una ducha caliente, cosas que todos tenemos como muy integradas en nuestra vida y que no se valoran en su justa medida hasta que las echas de menos. 

 Por contar una muy “vistosa”: nos vinieron a buscar al campo base del Manaslu (4.600 m.) a las siete de la mañana, donde estábamos dando cobertura a una expedición aragonesa, para que fuéramos a atender a una mujer de 36 años que había sufrido una cornada de yak y estaba postrada en la cama. Venía el marido con las fuerzas vivas del pueblo; la señora era madre de seis hijos. Todavía con la legaña puesta, asomé la cabeza por la puerta de la tienda para que Lakpa, nuestro sirdar, me explicara qué pasaba. 

 Había que ir a Samdo, lo que significaba tener que bajar los 1.500 m de desnivel y, lo que es peor, volver a subirlos al día siguiente porque, a esas altitudes, subir cuesta lo suyo. Preparamos una mochila con el equipo quirúrgico, medicación, el set de exploración y algo de ropa para pasar una noche fuera. Nos acompañaban el guía, un porteador con el material (“compañero celador” lo llamaba Jose Ramón) y la comitiva de hombres del pueblo que había venido a solicitar nuestra presencia.

 Operamos a la mujer en la cocina de su casa sentados en la cama, a la una del mediodía, con frontales, con el material esterilizado en una olla a presión, con todo el pueblo de testigo y los lamas rezando letanías, tocando los tambores de oración y pasando por encima de la paciente un brasero para purificar su alma. Me tocó a mí lo de la analgesia y sedación al más puro estilo de precariedad absoluta, porque no teníamos medios para una anestesia en condiciones. Le dije a José Ramón, que era el cirujano, exploró la herida, la limpió, dejó un drenaje y la cerró. Yo mantenía la sedación y hacía de ayudante quirúrgico. Nos quedamos dos días para ver que respondía bien, que toleraba los antibióticos y que no había complicaciones tempranas; días en los que todo el pueblo aprovechó para “visitarse”. Diez días después la paciente fue por su propio pie hasta Samagaon (acompañada por su marido y el lama) para que retiráramos el drenaje y los puntos. Oye, impecable. 

 Pero hay otras muchas, estando de expedición, en rescates de montaña, en el hospital de Viella, en el de Lannemezan… unas acaban bien y otras acaban mal.

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