Hacía tiempo que no los veía; quizás sea porque se ha apreciado un notable descenso en el número de reclamaciones o porque acabamos de volver de las vacaciones de verano: pero ya están aquí otra vez.
No es raro encontrarse con quien manifiesta su voluntad de dejar la carrera y dedicarse a otra cosa, que esto de la Medicina no trae más que problemas y disgustos.
Solo he tenido que enumerar los síntomas y quien sabe de estas cosas inmediatamente le pone el nombre. Eso se corresponde con estados de estrés, tensión, recelo o nerviosismo, que pueden provenir de cualquier situación o pensamiento que lo haga sentir a uno frustrado, furioso o ansioso. En nuestro caso concreto, cuando es el abogado quien lo cuenta, ese estado obedece, nada más ni nada menos, que a la ansiedad que al médico le causan temas jurídicos. Es auténtico pánico de verse ante un Tribunal de Justicia.
La cuestión puede ser grave. Normalmente la manejamos bien, pero cuando las cosas sobrepasan nuestras capacidades, inmediatamente se solicita ayuda externa, que afortunadamente existe y es buena y abundante. En algún momento extraordinario, incluso, se ha llegado a tener que solicitar la intervención del PAIME.
En todo caso, lo fundamental es tener confianza en el abogado que sea elegido para que se ocupe de la defensa, y prepararse para enfrentarse a lo que venga.
Y la semana que viene, más.